LA RAPOSA

 

Filosofía desde la trinchera

 

Nacemos y nos rodean los juegos; los necesitamos. Y así va a seguir siendo hasta que se nos cierren los ojos. Mientras existimos, jugamos, es propio a la especie; pero no solamente a la nuestra. Antes de que el homo sapiens caminara por el planeta el juego ya existía. Hoy sigue existiendo, pero se enreda con lo más moderno, con la tecnología más flamante: periféricos, pantallas, algoritmos, interfaces, datos procesa-dos… son ahora el soporte del juego que se empodera como videojuego.

Sobre esto versa este ensayo. Sobre la presencia del juego en lo que existe. Sobre lo más menudo de las cosas nimias. Sobre lo que  hacemos cuando no tenemos nada que hacer. Sobre lo ancestral que se atavía con lo novísimo para seguir estando. Y, sobre ello, damos vueltas a dos voces desentrañando claves, desnudando al algoritmo, señalando al héroe que perdura por mil partidas. Porque en el juego conviven el azar y la necesidad, la norma y la anarquía; es el campo de lo imprevisible que emana de la determinación de la regla. Este ensayo avanza desde los bits del avatar a la carne del cuerpo y versa sobre lo que está anclado en lo más profundo de nuestro ser.

Dos voces que dialogan, también discuten y a veces se refuerzan en el punto común. También dos voces que comprometen un canto en torno a una realidad no tan evidente. Como no podía ser de otro modo, este libro también es un juego

 

La vida es extraña y, según a qué edad, confunde. En otras ocasiones, acaricia con dulzura. Sea como fuere, hay quienes desean recordarlo a color y dolor en la piel. Al autor de este libro le sucedió algo parecido hace veinte años. Veinte años más tarde, tras observar cómo la tinta conquistaba los cuerpos de las multitudes, ha descubierto el porqué.

Los tatuajes han adornado las pieles desde antiguo. Son (casi) siempre para la mirada ajena, pero ese otro que mira ha variado sus demandas a lo largo de la historia y sus significados han evolucionado conforme las civilizaciones caían. La oralidad insertó con ellos a los individuos en las tramas divinas. El alfabeto los menospreció como una debilidad de lavoluntad. Fueron recuperados al tiempo que el capitalismo creó un espectáculo de intercambios obsolescentes. Y gracias a ellos hay quien se resiste a la dispersión digital.

Cuatro capítulos para cuatro eras históricas, escritos en cuatro estilos diferentes. Peinando la ficción y la realidad, tonteando con el teatro y la novela, acariciando la historia y la glosa, este ensayo poco ortodoxo elogia y refuta los tatuajes.