Manifiesto terrorista
Aquí manifestamos nuestro pensar
Manifiesto terrorista filosófico.
Queremos manifestar nuestro pensar. Nuestro pensar fluye y evoluciona en el tiempo. El tiempo pone a prueba nuestras potencias. Podemos horadar caminos a machete, sudor y sonrisa. Sonreímos, pero no por la victoria, sino por lo hermoso de la derrota. Nos sabemos derrotados porque nuestro objetivo es glorioso y no alcanzamos, pero no fracasados. No fracasamos porque a nuestra peculiar manera, finalmente, aunque lejos del trofeo, honramos a los más preciosos vencidos de los que conservamos su empeño. Nos empeñamos porque sabemos que nuestra labor prenderá en algún otro que resbalará y también se dará de bruces, pero ya no estará solo, sino amparado por nuestro aliento. Alentamos para que no se avergüence de la cicatriz que ahora mana a rojo. A escarlata escribimos audazmente nuestro libre pensar. Este es nuestro pensar:
- Aborrecemos la violencia: nuestro terrorismo es contra el pensamiento débil, contra la certidumbre líquida, contra el dogmatismo feroz.
- Somos niños: todavía no tenemos certezas y es por eso que fociqueamos descaradamente en las mientes de los sabios y charlatanes.
- Somos ancianos: sabemos de nuestra ignorancia al haber perdido nuestras certezas. Observamos con honestidad.
- Somos adultos: nuestra espalda es ancha y nuestra piel callosa y es por eso que agradecemos una buena crítica que nos exfolie nuestra tontería.
- Somos estúpidos: pretendemos ser escuchados entre tanto ruido informe.
- Somos anarquistas: exigimos al poder que se legitime a cada soplo y anunciamos la desnudez del emperador.
- Somos comunistas: compartimos nuestros logros para dar calor a quienes de ellos puedan sacar provecho.
- Somos liberales: admiramos el mérito de los corajudos, de los esforzados, de los talentosos; por eso nos acercamos a su brasa.
- Somos insolentes: jamás respetaremos opinión alguna. Las opiniones no merecen respeto, sino ser desparasitadas, desnudadas, humilladas, ridiculizadas, avergonzadas, mortificadas, pisoteadas y, finalmente, si fuese menester, admiradas.
- Somos corteses: heredamos el pensar y el acontecer de los ilustrados. Los hemos visto luchar, abrir camino y caer derrotados una y otra vez. No podemos sino agradecérselo y honrarlo de la única forma posible: emulando su actitud.
- Somos despiadados: dejamos hablar, atendemos al pensar y atacamos ferozmente lo pensado como muestra de nuestro máximo respeto. Así lo merece quien nos brinda una idea, una crítica o un dudar.
- Somos amables: no confundimos la amabilidad con la debilidad. De hecho, somos implacables y recogemos el pensar de Evelyn Beatrice Hall, otra derrotada, cuando dijo aquello de que «estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». Lo defenderemos aunque sea una absoluta imbecilidad.
- Somos fogosos: nos excita el libre pensar ante cuya hermosa presencia se espanta el censor.
- Somos tercos: no cedemos ante la barbarie. Censurar es un genuino ejercicio de barbarie. El censor violenta porque impide el pensar y el acontecer, impone un pensamiento débil, certidumbres líquidas y un dogmatismo feroz. A su lado ni hay refriega oratoria ni careo de ideas ni brotes que anuncien una nueva primavera, tan solo una caspa mohína. Es lastimoso.
- Somos molestos: no atendemos a lo políticamente correcto ni a la paz que convida creencia alguna. Por ello:
- Trituramos porque hay demasiadas confusiones.
- Descuartizamos a imagen del carnicero Sócrates. Él nunca eludió contienda alguna y nos deleitó con su afilado colmillo. Para su gracia, también cayó derrotado. Alabado sea.
- Remontamos porque tenemos un método para reconstruir, el único viable, el escéptico: habremos de tirarlo todo de nuevo abajo.
- No ofendemos a países ni a banderas ni a ciencias ni a opiniones. Todos ellos son construcciones simbólicas incapaces de ofenderse.
- Sí ofendemos a quien confunde un país o una bandera o una ciencia o una opinión con su persona, pero simplemente está confundido y lo lamentamos.
- Somos impíos: no nos gusta lo que estorba. La divinidad nos dice qué hacer, pensar, sentir y esperar. Elegimos el autogobierno. Elegimos a Voltaire.
- Somos misioneros: no pensamos para la gloria particular, sino para la koinonia de la polis. Esta es la buena nueva: ni dioses ni bestias, simplemente humanos cacharreando con el pensar para gozar de una vida buena. He aquí la salvación.
- Somos estetas: nuestro único propósito es crear un tono nuevo, fresco, vivo, recio, rabioso, colérico, solidario de una tradición que debe ser continuada y perfeccionada a color y dolor.
Esperamos haber sido suficientemente hirientes. Ahora, difundid nuestra palabra.